sábado, 21 de noviembre de 2009

LA IMPRESCINDIBLE ÉTICA DEL GOBERNANTE

TRIBUNA: JOSÉ MANUEL URQUIZA MORALES

La corrupción corroe los cimientos de la democracia. La partitocracia y su financiación, la profesionalización de la política y el transfuguismo son algunas de sus principales causas. Es necesario un rearme moral

JOSÉ MANUEL URQUIZA MORALES

La corrupción, en mayor o menor grado, ha existido siempre en el ámbito de la gestión de los asuntos públicos. En todos los tiempos, sistemas políticos, culturas y religiones. El fenómeno es global. Al parecer, las graves penas establecidas ya en el Código de Hammurabi contra los gobernantes corruptos no han devenido eficaces. Cicerón forjó su carrera política denunciando la corrupción de Verres. En la obra Breviario de los políticos, del cardenal Mazarino, se destaca el capítulo "dar y hacer regalos": relevantes ministros de la monarquía francesa de 1700 fueron grandes depredadores. El comercio mundial se desarrolló en el siglo XVII bajo la bandera de las comisiones ocultas. Hasta el Estado Vaticano se ha visto envuelto en algún asunto de corrupción (verbigracia, el cardenal Marzinkus y el Banco Ambrosiano).

La política puede ser la más noble de las tareas; pero es susceptible de ser el más vil de los oficios

El ciudadano es tolerante en exceso con el corrupto. No es consciente de que es él quien paga

La corrupción política, entendida como utilización espúrea, por parte del gobernante, de potestades públicas en beneficio propio o de terceros afines y en perjuicio del interés general, es un mal canceroso que vive en simbiosis con el sistema democrático, a pesar de ser teóricamente incompatible con el mismo, y que debe preocupar muy seriamente a todos los demócratas, ya que corroe los cimientos de la democracia, en tanto que elimina la obligada distinción entre bien público y bien privado, característica de cualquier régimen liberal y democrático; rompe la idea de igualdad política, económica, de derechos y de oportunidades, pervirtiendo el pacto social; traiciona el Estado de derecho; supone desprestigio de la política y correlativa desconfianza de la ciudadanía en el sistema, desigualdad en la pugna política, violación de la legalidad y atentado a las reglas del mercado.

En España, en los últimos años, numerosos sucesos han puesto de manifiesto que el fenómeno de la corrupción en la gobernabilidad del Estado (principalmente, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos), no es algo coyuntural, sino estructural, que prolifera peligrosamente en las instituciones públicas. Los casos denominados Gürtel, Pretoria, Palma Arena, Palau, Operación Poniente, Operación Malaya, etc., que recorren la geografía nacional, han revelado que muchas Corporaciones Públicas han estado sometidas al poder económico y se han convertido así, crecientemente, en verdaderas plataformas de negocios varios, y de tráfico de influencias; hasta el punto de que hoy se corre el riesgo, cierto, de que intereses de grupos de presión económicos cambien el sentido del sacrosanto concepto del interés general, para inhabilitarlo. Obviamente, no es posible una estadística real de la corrupción, que por definición es oculta; y, de otra parte, como es natural, no todos los mandatarios públicos son corruptos.

En una sociedad abierta y democrática como la española, todos, en mayor o menor medida, somos responsables de la ola de corrupción que nos asola. Los políticos que la practican, promoviéndola o aceptándola; los sobornadores (promotores empresariales), ora causantes, ora víctimas; los partidos políticos, carentes a estas alturas de autoridad moral para combatirla; el estamento judicial (jueces y fiscales), que en muchas ocasiones no ha dado la talla; las instituciones encargadas del control y fiscalización de la actividad administrativa, negligentes casi siempre en su tarea; los medios de comunicación, silenciando o minimizando, a veces, el fenómeno corrupto; la intelectualidad, poco comprometida en su erradicación; la ciudadanía en general, tolerante en exceso con el político corrupto, quizás porque aún no es consciente de que la corrupción la paga de su bolsillo.

Las causas que propician esta perversión pública son múltiples, a saber: la partitocracia, con sus taras e imperfecciones; la profesionalización de la política, entendida en su peor versión; el fenómeno del transfuguismo; o el deficiente sistema de financiación de las formaciones políticas. Otras, propias del municipalismo, son la crónica insuficiencia de sus recursos económicos; el raquítico régimen de incompatibilidades legales de alcaldes y concejales; la galopante empresarización de los ayuntamientos para huir del Derecho Administrativo; o el deficiente sistema legal de control interno de sus actos económico-financieros.

Pero, por encima de todas ellas, a mi modo de ver, la causa primera de todos los males en el sector público español es la falta de ética pública de muchos de nuestros gobernantes, llegados a la política no por vocación ni espíritu de servicio, ni siquiera por ideología (qué rancios suenan ya estos conceptos), sino por propio interés. En términos generales, ética es el sentido, la intuición o la conciencia de lo que está bien y lo que no, de lo que se ha de hacer y de lo que debe evitarse.

La ética pública ha de ser correlativa de la privada. Mal podrá defender la integridad y la moralidad en el plano público quien carece de ella. Por otra parte, la actuación de cualquiera que realiza una función pública en nuestro país debe estar presidida por la idea de servicio de los intereses generales, que es el principal valor político. El artículo 103 de la Constitución Española -"La Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales"- constituye un mandato para autoridades y funcionarios. Los valores clásicos del gestor público (imparcialidad, neutralidad, honradez y probidad) se han de ver complementados hoy con los nuevos valores de eficacia y transparencia, propios de las Administraciones Públicas del siglo XXI.

La corrupción socava la integridad moral de una sociedad. Supone la quiebra general de los valores morales. La corrupción pública, en cuanto supone lucro indebido del agente y su disposición a mal utilizar las potestades públicas que tiene encomendadas, es una práctica inmoral, ante todo; una violación de los principios éticos, sean individuales o sociales.

Algunos analistas consideran que la ética pública ha perdido hoy relevancia social, dada su naturaleza subjetiva. La gran mayoría entiende, sin embargo, que la ética ha de ser el mejor antídoto contra el veneno de la corrupción, y preconiza la necesidad de un rearme ético, de un regreso a los valores antes enunciados. Por eso, se observa últimamente en el mundo una gran preocupación oficial por la ética pública (el reciente Informe Kelly, en Reino Unido, sobre los gastos de los diputados británicos; Recomendación del Consejo de la OCDE, de 1998; Convención Americana contra la Corrupción, de 1996).

La política, que puede ser la más noble de todas las tareas, es susceptible de convertirse en el más vil de los oficios; precisamente porque es una actividad humana y, como tal, defectuosa. Todo el mundo coincide en que la ejemplaridad y la honradez son virtudes que deben presidir la actuación de los políticos, en tanto que escaparate y guía de la ciudadanía.

Pues bien, es la falta generalizada de ética pública de nuestros gestores municipales, por ejemplo, la razón principal del despilfarro del gasto público en los ayuntamientos, del favoritismo en la selección del personal o en la contratación de obras y servicios, de la interesada arbitrariedad en la planificación urbanística, de la negligencia en la gestión del patrimonio municipal o de los frecuentes cambalaches en la composición de las mayorías de gobierno. Es a partir de la ausencia de moral, o de dignidad en el desempeño del cargo, cuando el alcalde (o el concejal delegado de turno, o el funcionario revestido de capacidad decisoria o meramente asesora), experimenta un total desprecio por el interés general de la ciudadanía y utiliza sus potestades en beneficio particular (propio, de sus allegados o de su partido), orillando los principios constitucionales de eficacia, objetividad, independencia e igualdad, y demás preceptos legales y reglamentarios.

Llegados a este punto, hemos de convenir que ni uno sólo de los gestores públicos que recientemente han sido imputados en nuestro país por prácticas presuntamente corruptas, se distingue precisamente por cumplir los postulados éticos que se han descrito, a tenor de los modos y maneras de su malhadada gestión pública, que hemos conocido con todo detalle por las oportunas crónicas mediáticas sobre causas judiciales en marcha. Se diría más bien que utilizan la política como medio de vida y, según se ha visto, como negocio (primun vivere, deinde filosofare). La falta de ética pública de esos políticos es, por tanto, el denominador común de la práctica presuntamente corrupta a que se refieren los escándalos de corrupción antes señalados.

José Manuel Urquiza Morales, abogado, es autor de Corrupción municipal (Almuzara)

elpaís.com

"CASO MACARENA"; PARDO PIDE AL SUPREMO QUE CELEBRE UNA VISTA POR LAS FACTURAS FALSAS

El PA cree que quiere retrasar el proceso

Sebastián Torres | Sevilla

José Pardo, el ex escolta en los mítines del alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, condenado a tres años y nueve meses de prisión por el caso de las facturas falsas del distrito Macarena, ha solicitado al Tribunal Supremo que celebre una nueva vista, en la que intervendrían los abogados, aunque no asistirían los acusados ni los testigos ni los peritos.

Se trata de una medida «excepcional», según el PA, que acusó al alcalde de mentiroso por negar cualquier relación con su ex guardaespaldas. Según el secretario provincial andalucista en Sevilla, José Antonio Sánchez, quien aprecia en esta petición una maniobra del PSOE para dilatar la emisión de una sentencia firme hasta después de las elecciones municipales de 2011.

«Es una estrategia de Monteseirín para dilatar el juicio de las facturas falsas para no ser el primer alcalde de la democracia en tener una sentencia firme contra un compañero de su gobierno por meter la mano en la caja», dijo Sánchez. Se refería así a José Marín, ex asesor de Monteseirín, ex secretario del distrito Macarena y ex director del área de Salud y Consumo, condenado a cuatro años y tres meses de prisión por delitos de malversación y falsedad documental por el caso de las facturas falsas del distrito Macarena.

Marín y Pardo fueron condenados en primera instancia y la sentencia fue, posteriormente, ratificada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Los dos condenados han recurrido ante el Supremo y ha sido Pardo, según informó ayer el PA, el que ha solicitado la celebración de una nueva vista. Considera Pardo que se ha vulnerado un derecho fundamental, en concreto, el recogido en el artículo 24 de la Constitución sobre el derecho a una tutela judicial efectiva sin sufrir indefensión, y entiende, además, que existen pruebas no contradichas que sostienen su inocencia.

«Esta petición no viene a cuento», manifestó el secretario provincial del PA, que adelantó que su partido presentó el 28 de octubre un escrito oponiéndose al recurso y a la celebración de vista.

El dirigente andalucista explicó que, si el procedimiento siguiera su cauce, la sentencia firme podría publicarse antes del verano, mientras que, en el caso de que se tenga que celebrar una nueva vista, según la experiencia de otros casos, la sentencia se demoraría «entre dos y tres años», con lo que podría no producirse hasta 2012.

El caso de las facturas falsas del distrito Macarena estalló en marzo de 2005, al denunciar el PA que el Ayuntamiento había pagado dos facturas a la empresa COS, representada por Pardo, por obras que no se realizaron. Tras unos días de polémica y desmentidos entre el gobierno y la oposición, EL MUNDO de Andalucía encontró a un vecino cuyo testimonio avalaba que las obras no se hicieron. Entonces, el gobierno aceptó la falsedad.

Además
* Quién es quién en el 'caso Macarena'

elmundo.es

EL ALCALDE DE LA NUCÍA NO ACREDITÓ EL PAGO DE 215.000 EUROS EN DOS PISOS

En la escritura del apartamento, la notaria escribe: "Sin poderlo justificar"

ARTUR BALAGUER - Benidorm -

El alcalde de La Nucia, del PP, posee dos viviendas, compradas entre 2003 y 2005, en un bloque de apartamentos situado frente al Club Náutico de Altea por las que desembolsó más de 823.000 euros, de los cuales no puede acreditar el pago de 215.302,78, según consta en las escrituras correspondientes. De hecho, la notaria María Dolores Signes Verderá, de Benidorm, hace constar en los dos documentos la advertencia "sin poderlo justificar".

Bernabé Cano no consiguió acreditar documentalmente el pago de 109.290,90 euros, -6.430,08 abonados para la reserva más dos transferencias de 52.438,30 y 50.422,52 euros, respectivamente- que corresponden a parte de la compra de un ático dúplex de 247 metros cuadrados con 161 útiles en marzo de 2003 por 469.418,05 euros. Bernabé Cano pagó al contado dicha cantidad en mayo de este año, mes en el que escrituró el apartamento. El valor del inmueble en el mercado inmobiliario superaba el millón de euros hace seis años.

El alcalde nuciero tampoco logró explicar el pago de 106.011,88 euros realizado por transferencia bancaria para la compra de un segundo apartamento a finales de diciembre de 2005.

Bernabé Cano, sin embargo, acreditó ante este periódico los documentos que avalan la procedencia de esas cantidades, obtenida a través de dos donaciones y de una docena de cuentas bancarias de sus familiares. Esta es la curiosa paradoja: El alcalde explica de dónde obtiene el dinero, pero ante la notaria no demuestra haber realizado el pago.

La inmobiliaria a la que Cano compró sus dos casas en Altea es la sociedad Rotja 2000, Promociones SA, que tiene como administradores a Gerardo Martínez Riquelme y a José Ignacio de la Serna. Riquelme formaba parte de la sociedad Saga Bonperal SL, en la que también figuraba Antonio Rocamora que en el año 2002 obtuvo por cesión de la familia de Bernabé Cano la condición de agente urbanizador del PAI La Favara de 44.000 metros cuadrados, en el que se construyeron cerca de 4000 viviendas, garajes y decenas de locales comarciales.

Riquelme y Rocamora estaban juntos en Cases del Pinar SL el primero como consejero delegado y el segundo como vicepresidente.Cases del Pinar SL ejerció como agente urbanizador del PAI de La Serreta de La Nucia en 2005. Un proyecto que actúa sobre una superficie de 2,8 millones de metros cuadrados en los que está previsto que se construyan 3.884 viviendas y un campo de golf. Riquelme y Rocamora son asimismo los administradores de Montemar La Nucia SL, agente urbanizador del PAI Pie de Monte, al que se refiere Francisco Correa en diversas grabaciones realizadas al cerebro de la trama Gürtel.

El Ayuntamiento aprobó este PAI en septiembre de 2004, pero la Consejería de Territorio le puso 22 reparos ambientales y lo condicionó a la obtención del informe de suficiencia hídrica de la Confederación Hidrográfica del Júcar que nunca ha tenido. Correa habló de repartir 72 millones de euros entre sus socios si se desbloqueaba el PAI.

José Ignacio de la Serna, promotor junto a Riquelme del edificio de Altea donde tiene dos viviendas Bernabé Cano, también posee intereses urbanísticos en La Nucia y es el propietario de una casa en esta localidad de La Marina Baixa, conocida como "El Choco". En este edificio tenían lugar fiestas privadas en la época del auge del ladrillo. En diferentes conversaciones grabadas a los cabecillas de la trama Gürtel, Francisco Correa, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, El Bigotes, éstos narran sus fiestas con prostitutas en "El Choco". De la Serna promueve en Benidorm un edificio residencial de 200 metros de altura, conocido como Torres Intempo.

El pago del ático de Altea se efectuó de la siguiente maneras: Bernabé Cano adelantó el 3 de marzo de 2003 los primeros 6.430,08 euros en metálico para efectuar la reserva. El 11 de febrero de 2005 hizo una transferencia de 52.438,30 euros y el 27 de diciembre de ese año pagó 50.422,52 más. El resto del importe (365.026,40 euros) lo abonó en el momento de escriturar la vivienda el 15 de mayo de 2009 con un cheque bancario.

Los tres primeros pagos, que suman 109.290,90 euros, están anotados en la escritura de compraventa firmada en una notaría de Benidorm sin que Cano aportara los documentos que los certificaran, a pesar de que la Ley para la prevención del fraude fiscal obliga a hacerlo. Precisamente, la advertencia "sin poderlo justificar" de la notaria viene recogida en la misma ley, que también obliga a las notarías a comunicar esta circunstancia al órgano correspondiente del Consejo General del Notariado.

En el mismo edificio, el alcalde nuciero compró también un apartamento de 115 metros y una superficie útil de 80 metros cuadrados por 353.663,13 euros. El primer pago lo hizo, también sin acreditar documentalmente ante el notario, el 27 de diciembre de 2005. Pagó 106.011,88 euros mediante una transferencia bancaria. El siguiente abono fue mediante cheque bancario de 67.651,25 euros el mismo día que escrituró el piso, dejando los 180.000 restantes hipotecados.

elpaís.com